Época:
Inicio: Año 1 A. C.
Fin: Año 1 D.C.

Antecedente:
HISTORIA VERDADERA DE LA CONQUISTA DE LA NUEVA ESPAÑA, I



Comentario

Cómo Cortés mandó hacer un altar y se puso una imagen de nuestra señora y una cruz, y se dijo misa y se bautizaron las ocho indias


Como ya callaban los caciques y papas y todos los más principales, mandó Cortés que a los ídolos que derrocamos, hechos pedazos, que los llevasen adonde no pareciesen más y los quemasen; y luego salieron de un aposento ocho papas que tenían cargo dellos, y toman sus ídolos y los llevan a la misma casa donde salieron e los quemaron. El hábito que traían aquellos papas eran unas mantas prietas, a manera de sábana, y lobas largas hasta los pies, y unos como capillos que querían parecer a los que traen los canónigos, y otros capillos traían más chicos como los que traen los dominicos, y los cabellos traían largos hasta la cinta, y aun algunos hasta los pies, llenos de sangre pegada, y muy enredados, que no se podían esparcir, y las orejas hechas pedazos, sacrificadas dellas, y hedían como azufre, y tenían otro muy mal olor como de carne muerta. Y según decían, e alcanzamos a saber, aquellos papas eran hijos de principales y no tenían mujeres, mas tenían el maldito oficio de sodomías, y ayunaban ciertos días; y lo que yo les veía comer eran unos meollos o pepitas de algodón cuando lo desmotan, salvo si ellos no comían otras cosas que yo no se las pudiese ver. Dejemos a los papas y volvamos a Cortés, que les hizo un buen razonamiento con nuestras lenguas doña Marina y Jerónimo de Aguilar, y les dijo que ahora los teníamos como hermanos, y que les favorecería en todo lo que pudiese contra Montezuma y sus mexicanos, porque ya envió a mandar que no les diesen guerra ni les llevasen tributo; y que pues en aquellos sus altos cues no habían de tener más ídolos, que él les quiere dejar una gran señora, que es madre de nuestro señor Jesucristo, en quien creemos y adoramos, para que ellos también la tengan por señora y abogada; y sobre ello, y otras cosas de pláticas que pasaron, se les hizo un buen razonamiento, y tan bien propuesto, para según el tiempo, que no había más que decir; y se les declaró muchas cosas tocantes a nuestra santa fe, tan bien dichas como ahora los religiosos se lo dan a entender; de manera que los oían de buena voluntad. Y luego les mandó llamar todos los indios albañiles que había en aquel pueblo, y traer mucha cal, porque había mucha, y mandó que quitasen las costras de sangre que estaban en aquellos cues y que lo aderezasen muy bien, Y luego otro día se encaló y se hizo un altar con buenas mantas, y mandó traer muchas rosas de las naturales que había en la tierra, que eran bien olorosas, y muchos ramos, y lo mandó enramar y que lo tuviesen limpio y barrido a la continua; y para que tuviesen cargo dello, apercibió a cuatro papas que se trasquilasen el cabello, que lo traían largo, como otra vez he dicho, y que vistiesen mantas blancas y se quitasen las que traían, y que siempre anduviesen limpios y que sirviesen aquella santa imagen de nuestra señora, en barrer y enramar; y para que, tuviesen más cargo dello puso a un nuestro soldado cojo e viejo, que se decía Juan de Torres, de Córdoba, que estuviese allí por ermitaño, e que mirase que se hiciese cada día así como lo mandaba a los papas. Y mandó a nuestros carpinteros, otra vez por mí nombrados, que hiciesen una cruz y la pusiesen en un pilar que teníamos ya nuevamente hecho y muy bien encalado; otro día de mañana se dijo misa en el altar, la cual dijo el padre fray Bartolomé de Olmedo, y entonces se dio orden como con el incienso de la tierra se encensase a la santa imagen de nuestra señora y a la santa cruz, y también se les mostró hacer candelas de la cera de la tierra, y se les mandó que aquellas candelas siempre estuviesen ardiendo en el altar, porque hasta entonces no se sabían aprovechar de la cera; y a la misa estuvieron los más principales caciques de aquel pueblo y de otros que se habían juntado. Y asimismo trajeron las ocho indias para volver cristianas, que todavía estaban en poder de sus padres y tíos, y se les dio a entender que no habían de sacrificar más ni adorar ídolos, salvo que habían de creer en nuestro señor Dios, y se les amonestó muchas cosas tocantes a nuestra santa fe, y se bautizaron, y se llamó a la sobrina del cacique gordo doña Catalina, y era muy fea; aquélla dieron a Cortés por la mano, y la recibió con buen semblante; a la hija de Cuesco, que era un gran cacique, se puso por nombre doña Francisca; ésta era muy hermosa para ser india, y la dio Cortés a Alonso Hernández Puertocarrero; las otras seis ya no se me acuerda el nombre de todas, mas sé que Cortés las repartió entre soldados. Y después desto hecho, nos despedimos de todos los caciques y principales, y dende adelante siempre les tuvieron muy buena voluntad, especialmente cuando vieron que recibió Cortés sus hijas y las llevamos con nosotros; y con muy grandes ofrecimientos que Cortés les hizo que les ayudaría, nos fuimos a nuestra Villa-Rica, y lo que allí se hizo lo diré adelante. Esto es lo que pasó en este pueblo de Cempoal, y no otra cosa que sobre ello hayan escrito el Gómara ni los demás cronistas.